¿Quién no ha escuchado o coreado en alguna ocasión un chiste en que un catalán prefiere verse despezado, en la situación más ridícula que imaginarse pueda, antes de abrir su bolsa en lo más mínimo. Como en otros casos –catetos, mexicanos, gitanos... - la esperada carcajada común sólo puede surgir si el auditorio comparte y asume la esquemática tipología paradigmática de la que el chiste participa. La chanza es pues sólo la cúpula visible de un iceberg socio-ideológico que denota prejuicios profundos.