
Incluso en momentos de crisis en los que esa misma Unión de Estados muestra su verdadero rostro, como con el trato a los refugiados, el cómo se les sacrifica en campos de refugiados o sin rescatarlos cuando se ahogan ante los ojos impasibles de las grandes personalidades europeas, no dejan de pensar que estamos ante el mejor mundo posible.
De todos es sabido que las relaciones internacionales entre los Estados no se caracterizan precisamente por la defensa de los derechos humanos y la democracia, sino que la evocación de los mismos es utilizada, o intenta esconder, la defensa de intereses económicos determinados. Incluso también como justificación del uso de la fuerza militar.
Así, en su momento, el gobierno de Aznar justificó la invasión de Irak para evitar el mal mayor del uso de armas de destrucción masiva por parte de Sadam Husein. O la del gobierno de Zapatero la destrucción del Estado libio de Gadafi, pues con ello se acababa con un dictador. Ahora también el gobierno de Pedro Sánchez se une a la coalición internacional que lucha por la democracia en Venezuela dando legitimidad internacional al golpe de Estado antidemocrático de Guaidó contra la Venezuela chavista de Nicolás Maduro.
Aún seguimos en la estela provocada por la crisis económica que estallara, hace ya más de diez años, en todo el mismísimo centro del sistema capitalista mundial, la civilización euro/occidental/céntrica. Una estela compuesta con dos ingredientes principales. Uno lo constituye el robo y la extorsión a la clase obrera y a los pueblos explotados y oprimidos del mundo, el otro es la elevadísima concentración de capital en manos privadas y el consiguiente enriquecimiento criminal de las grandes fortunas.
Y en estas estamos cuando va tomando cuerpo también una crisis en el campo político de igual o mayor magnitud. La democracia liberal, como el mejor modelo de gobierno posible para el liberalismo, hace aguas en el centro, en la semiperiferia y en la periferia del sistema mundo capitalista. El fascismo, o neofascismo, asoma con fuerza inusitada en todos los rincones del planeta. Más que nada porque se aproxima una nueva crisis económica de imprevisible magnitud y los poderosos tienen que prepararse para posibles respuestas radicales de los pueblos y de la clase obrera que quizás ya no soportáramos una nueva fase de robo similar al que venimos soportando desde entonces.