Miércoles 22 Marzo 2023

¿Estado de Andalucía?

Ratio: 5 / 5

Inicio activadoInicio activadoInicio activadoInicio activadoInicio activado
 

cabecera El Liberal

Artículo publicado en el periódico EL LIBERAL  de Sevilla el 25 de junio de 1931, dos días antes de la sublevación para proclamar la República Andaluza que fue abortada por el gobierno republicano español.

 Estado andaluz o República de Andalucía o andaluza, o Federación andaluza, como ustedes quieran llamarle; pero todo antes que seguir siendo un pueblo que necesita preceptores extraños, y preceptores extraños son todos los hombres que gobiernan o mal gobiernan nuestra tierra, no solamente sin ser andaluces, sino que son desconocedores hasta de las cosas más sobresalientes de Andalucía.

 Vienen rigiendo los destinos de Andalucía señores ministros que responden en el centro y que la mayoría de las veces saben que existe en Sevilla o en otra capital andaluza tal o cual monumento porque un día pasearon en coche por sus calles como cualquier turista extranjero.

 En los momentos actuales sufre toda Andalucía una terrible crisis económica, que no es más que la herencia del desconocimiento de los problemas andaluces, de una prolongada generación de gobernantes incapacitados y neófitos y que no supieron de nuestra tierra nada más que se trataba de una gente que tenía una modalidad señoril, un tipismo artístico, un acento distinguido, mucha gracia en el andar y en el hablar, mucha viveza en los ojos, un paraíso en la frente y muy poco aceite en la alcuza.

 Y un pueblo chico tiene en su interior la misma importancia que un pueblo grande; los habitantes de un pueblo chico tienen las mismas necesidades que los de los pueblos grandes, surgen los mismos conflictos y las mismas lcuhas, y en el terreno del progreso avanzan matemáticamente hacia la civilización porque ésta no es privilegio de losa pueblos grandes, sino consecuencia de esa onda etérea de época que envuelve a los mundos e invade a la humanidad.

 No porque una familia sea reducida y pobre se ha de vejar y solo hemos de respetar y agasajar a las familias numerosas y opulentas. Aunque afortunadamente Andalucía no se halla en el caso de inferioridad bajo ningún concepto ante ninguna región de España ni estado del mundo. Andalucía tiene vida propia por su tierra, de valor inapreciable (tan llevada y traída estos días hasta llegar a profanarla); por su vasto comercio y floreciente industria, por su clima, por su gente. Andalucía tiene hombres eminentes que la conducidrían a la categoría que le pertenece sin necesidad de abrir el cofre de caudales del patrimonio de su historia.

 Esta celebridad que goza en el mundo gracias al acertado encauzamiento de sus artistas dirigentes en mantener latente esa misteriosa curiosidad por sus tesoros, velando a un tiempo mismo por su íntegra personalidad de color y ambiente meridional, circunstancia que debe conservarse como supremacía, pero que no debe ser esto su único atractivo, y no lo es.

 Andalucía tiene derecho, como todos los pueblos, a prepararse para la defensa, no a que la defiendan, como si se tratase de una vieja inválida. Andalucía tiene hijos preclaros con el deber ineludible de no abandonarla, de lanzarse a la batalla sin consentir que le pisen el terreno los adevenedizos. Ahí tenemos el ejemplo de la naciente República española, en cuyo seno revolucionario hay cuatro ministros andaluces, prueba de la abundancia de talentos y genios.

 ¿Por qué no se toma parte activa y se llevan a las Constituyentes Estatutos de garantías, de libertad e independencia, como hacen las demás regiones? ¡Echar al fuego cuanto se diga y escriba sobre "separatismo"!, que esa frase solo es el espantajo indecoro de la negación de las aspiraciones legítimas a que tienen derecho todos los pueblos al exponer sus ideales. Si España se ha de convertir en una República federal, este es el principio, y guarden por ahora el banderín de la "unión", pues para que la unión sea una fuerza es preciso que se unan cosas fuertes y no pueblos famélicos, y desorientados, y mal dirigidos.

 Andalucía ha de ser gobernada por los andaluces, que velen por la educación de los niños de su tierra como sus hijos, creando el máximo de escuelas y protegiendo a los maestros, a los artistas, a los obreros y a todos los ciudadanos honrados.

 ¿Qué esto encierra en sí un sacrificio? Pues se afronta, que todo es preferible a vivir en un estado de inferioridad, de mercedes y de limosnas, siendo los verdaderos dueños.

 Se acomete el problema, se estudia y se resuelve y se implanta, que capacidad no falta para ello; no hay más que ese titubeo que precede a las grandes resoluciones.

Rafaelita Ferro.