ESPAÑOLISMO, CAPITALISMO, REPRESIÓN PSÍQUICA Y POBREZA
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- Publicado: Viernes, 18 Agosto 2017 13:21
- Escrito por Alí Manzano

En esta carta al escritor catalanista Joaquín Cases-Carbó, Blas Infante hace un resumen de los problemas con los que se encuentra el proceso andaluz hacia la soberanía, señalando el “españolismo” como el principal enemigo en el camino por conseguir una Andalucía Libre.
Por “españolismo” entendemos una ideología transversal de la que beben todos los partidos españoles (de derechas y de izquierdas), organizaciones culturales, sindicales e instituciones. Su principal característica es la defensa de la Unidad territorial de España, asegurando de esta forma una unidad de mercados que beneficia al capitalismo español y al globalizado, ubicados principalmente en Madrid. Esta “Unidad” es antagónica con los derechos de los pueblos sometidos al yugo del Estado por la acción conquistadora de Castilla, convertida posteriormente en “España” por el hecho Imperial de sus monarcas y nobleza. Este antagonismo le lleva a una lucha constante por imponer un idioma, el castellano, una religión, la católica, tradicional aliada de las oligarquías españolas y beneficiada de las políticas de conquista y rapiña sobre Andalucía y América, y una cultura inventada (la cultura andaluza, desnaturalizada, descontextualizada, convertida en grotesca para el consumo de turistas incultos). Una guerra económica, política y cultural imprescindible para que el “españolismo” sea la ideología predominante en el Estado.
Blas Infante lo considera la principal dificultad o prejuicio y por lo tanto, el principal campo de batalla hasta que lleguemos a un estadio de concienciación identitaria del pueblo andaluz. La difusión de la Historia, cultura y lenguas propias son para Infante las trincheras desde las que tenemos que enfrentar al enemigo. La denuncia de la asimilación identitaria a través de la manipulación de la historia y de la cultura deben ser las primeras armas a disposición de las andaluzas de conciencia que decidan luchar por su soberanía personal y colectiva.
Otros tres enemigos -señala Infante- obstruyen el camino de Andalucía hacia la liberación:
El primero Europa, instigadora e impulsora de la conquista de Andalucía por Castilla. Infante denuncia en numerosos escritos el modelo político, económico y social como contrario al “ser” andaluz. Andalucía no es Europa; jamás llegaremos a ser europeos, decía Infante, remitiéndose a Al-Andalus, a “nuestras instituciones liberalistas de Al-Andalus” para restaurar, adecuándolas a las circunstancias y necesidades actuales, la soberanía perdida por la acción conquistadora.
El modelo de la “Europa germanizada” -como la llamaba Infante- ha devenido en el capitalismo voraz y destructivo que se ha impuesto en el planeta, llevando la miseria y la destrucción a numerosos pueblos en la actual fase imperialista. Infante ya presagiaba la evolución del capitalismo surgido en la Europa germanizada y advertía a las andaluzas del peligro de aceptar su modelo de desarrollo. Hoy estamos viendo las consecuencias de ese modelo económico para Andalucía: paro estructural (el más alto de Europa), concentración del capital y de la tierra y expansión de la pobreza, precariedad laboral, emigración, destrucción de espacios naturales, bases militares desde las que agredir a otros pueblos para adueñarse de sus recursos naturales y que ponen en grave peligro a la población andaluza. El modelo capitalista europeo es denunciado por Infante en toda su obra, pero especialmente en el libro “La Dictadura pedagógica”, donde el Blas Infante anticapitalista y antieuropeo se muestra con toda su intensidad.
El segundo enemigo -para Blas Infante- es la “Represión de la psiquis andaluza”: Para Blas Infante la incorporación de Andalucía a Castilla y a España (evolución imperialista de Castilla) fue realizada por conquista, a través de un proceso militar y represivo. Andalucía no era Europa ni Castilla y la perpetuación de la conquista dependía de que sí lo fuera, de que las andaluzas perdieran la conexión con su pasado, con su historia y su cultura. Y esto solo se consigue a través de la represión cultural e identitaria.
En primer lugar se reprime la cultura del pueblo colonizado, prohibiendo su idioma, sus vestimentas, su cultura, quemando y destruyendo todos los vestigios que puedan vincular a la población con épocas pasadas y con periodos de libertad y soberanía, intimidando a aquellos que por decisión o por falta de formación en los marcadores culturales impuestos por el colono, aún utilizan modelos culturales anteriores a la conquista, al mismo tiempo que se impone el idioma y la cultura de la potencia colonial. La represión cultural y lingüística va acompañada de un tipo de represión aún más cruel: la represión psicológica que a través de todos los mecanismos de control y de asimilación implementados por la potencia conquistadora, van introduciendo en la psiquis de los colonizados un sentimiento de inferioridad e incapacidad que le hacen depender psiquicamente del conquistador. Este método de perpetuación de la conquista por asimilación del conquistado es mucho menos costoso en dinero y en vidas que el mantener perennemente ejércitos de ocupación.
La manipulación histórica, cuyo objetivo es sustituir la historia del colonizado por aquella otra que convenga a los intereses del colonizador, nos ha contado un historia de Andalucía sin andaluces, una historia que justificara la conquista por Castilla: invasión de árabes, reconquista, expulsión y repoblación. La sustitución de la historia por Mitos y Leyendas para justificar una conquista y un genocidio. La historia asimilista contada por Castilla a través de las instituciones impuestas a los andaluces durante siglos, ha conseguido que una mayoría de andaluzas piense que aquellos moros invasores fueron expulsados y que sus antepasados fueron los castellanos que expulsaron a aquellos moros.
Blas Infante, consciente de la necesidad que tiene el pueblo andaluz de recuperar su verdadera historia, dedicó gran parte de su tiempo al estudio y a la investigación histórica para desmontar los Mitos asimilacionistas con los que el españolismo había contaminado las psiquis de las andaluzas, ofreciéndonos un relato histórico basado en el desarrollo cultural y civilizatorio de un mismo pueblo sobre un mismo espacio geográfico durante milenios, reconociendo como andaluzas todas las manifestaciones culturales y procesos civilizatorios ocurridos en el territorio andaluz desde las primeras culturas de la Edad Antigua hasta Al-Andalus, pasando por Tartessos.
El tercer enemigo del pueblo andaluz: la pobreza.
Andalucía, al contrario que otras naciones inmersas en procesos de soberanía o independencia, no cuenta con una burguesía nacionalista que apoye y financie a las organizaciones que luchan por su emancipación nacional.
La conquista de Andalucía por Castilla provocó, además de ingentes cantidades de andaluzas asesinadas, ejecutadas, empobrecidas, esclavizadas, la pérdida de tierras y de industrias, que fueron a parar a manos de todos aquellos que participaron en la conquista: ejército, clero y nobleza. Esto configuró un pueblo andaluz empobrecido y dependiente de los nuevos propietarios. Un pueblo andaluz convertido en jornalero, en Felahmengu (campesino sin tierra) y a una clase propietaria, burguesa proveniente de los colonos castellanos y con intereses para que se perpetuara la conquista. Por este motivo, la burguesía andaluza es “españolista”, contraria y beligerante contra cualquier intento de emancipación del pueblo andaluz. Y por este motivo, los movimientos de liberación nacional andaluz, solo pueden ser movimientos de clase, de un genuino pueblo andaluz, trabajador contra un burguesía local “españolista”.
Para Blas Infante esto es un gran problema, primero por la dificultad de que sus ideas emancipadoras lleguen a una población aculturizada y empobrecida, con problemas de subsistencia básica y sin recursos económicos para financiar la construcción de herramientas liberadoras.
No es casualidad que el “españolismo” más patético y agresivo se dé en los centros de poder de la burguesía. Esto llevó a Blas Infante a decir que la posibilidad de una insurrección andaluza se iniciara en Sevilla (centro del poder español en Andalucía) es improbable.
Alí Manzano.