Viernes 24 Marzo 2023

Hispanidad, imperialismo y geopolítica

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Mapa Europa  Que la existencia de una izquierda españolista panhispanista es más virtual que real es algo que ahora mismo ofrece poca discusión, pero eso no significa que pueda darse un salto cualitativo de lo virtual a lo real, de hecho, esa cuestión, especialmente en lo que pueda ser una escenificación electoral lleva siendo discutida por las mentes más prominentes de las diversas corrientes que se reivindican de esa izquierda. El momento invita a ello, con Vox en horas bajas y con la escisión de Macarena Olona ya certificada y, por otro lado, con una Unidas Podemos rota, descompuesta y enfrentada, incapaz de hacer cumplir los acuerdos de coalición con el PSOE y de llevar a cabo políticas reales no ya de avance, sino de mera defensa de la clase obrera y los sectores populares; eternamente instalada en guerras culturales e inspirada en el Partido Demócrata y en su agenda imperialista humanitaria –como diría Jean Bricmont-, Unidas Podemos asume el papel del Estado español como aliado de segunda en la guerra de la OTAN contra Rusia en Ucrania, sin cuestionarla lo más mínimo, como tampoco cuestiona el militarismo, el hegemonismo del imperialismo norteamericano, la presencia de bases militares yanquis, etc. Acompañan a Unidas Podemos en su deriva ERC y Bildu, que vienen a asumir prácticamente los mismos postulados que UP.


  Quizá, pueda ser el momento, pensarán algunos, de una izquierda que de verdad se preocupe por lo material –como suelen repetir una y otra vez, aunque en realidad le saquen rentabilidad a vivir también de las guerras culturales-; que no se avergüence de ser española, o mejor dicho, nacionalista española, asumiendo con naturalidad y orgullo los mitos fundacionales del Estado español generados por la ideología emanada de la oligarquía española desde el siglo XIX; que no entre en “cuestiones que nos dividen” y que, por supuesto, reclame la soberanía nacional española frente a la Unión Europea, la OTAN y los Estados Unidos; en esto último se están esforzando especialmente a raíz del conflicto en Ucrania, es decir, en una crítica al sometimiento español –y europeo- a los Estados Unidos, haciendo hincapié en las claras consecuencias económicas negativas que el conflicto está trayendo, pero eso sí, con cuidado de no relacionar éstas con las dinámicas propias e inherentes al capitalismos en su fase imperialista, presentándolo todo en función de una geopolítica abstracta de mera lucha entre Estados en la que los pueblos y la clase obrera son meros espectadores. La lucha entre Estados, en la que la concepción imperial era fundamental y en la que la lucha de clases jugaba un papel secundario, ya fue teorizada por el gran referente ideológico de todas estas corrientes, Gustavo Bueno, formado en el falangismo más ortodoxo y cuya obra trata de conciliar la irracionalidad del fascismo con el materialismo vulgar, “de lo realmente existente”.
  No podemos descartar que en ese salto cualitativo estas corrientes puedan recibir la ayuda de sectores de la maquinaria estatal española o de importantes empresas de la oligarquía. Seguramente, esta afirmación les pueda parecer a algunos “conspirativo”, pero “conspiraciones” más enrevesadas se han vivido en el Estado español, a la vista de todos.
  Es aquí, en este punto, donde surge también la cuestión del panhispanismo, también teorizado por Bueno, esto es, la necesidad de crear por parte del Estado español su polo referencial geopolítico, frente a la llamada anglosfera y la francofonía, con los países de habla hispana.
  Antes de seguir, cabe señalar necesariamente que en general esta izquierda nacionalista española no supone una ruptura real, es decir, una ruptura más allá de lo estético, con los marcos de la izquierda parlamentaria del régimen postfranquista español, aunque haya sectores que se reclamen socialistas, comunista, marxistas, o marxistas-leninistas. Decimos esto porque en lo que puede implicar de ruptura la propuesta de la izquierda nacionalista española, en última instancia, es una referencialidad internacional del Estado imperialista español sin mediaciones europeas ni subordinaciones al imperialismo alemán o al hegemonismo anglosajón, es decir, al imperialismo norteamericano; por lo demás, insistimos, la propuesta política de estas corrientes no suponen en modo alguno una ruptura con las del conjunto de UP (Podemos e Izquierda Unida), es decir, propuestas de redistribución más o menos duras, que, como hemos visto una y otra vez en la práctica ni siquiera llegan a suponer un avance claro, material, en las condiciones de vida y trabajo de la clase obrera y los sectores populares. Por otro lado, también existe la coincidencia entre estas corrientes y la izquierda parlamentaria española en su concepción de España, de hecho, sectores de estas corrientes mantienen notables coincidencias con el nacional populismo de Errejón, y en menor medida de Iglesias o de importantes sectores de IU y el PCE, sobre la necesidad de reforzar al Estado español como imperialista, pero eso sí, desde diferentes perspectivas: una, desde una perspectiva panhispanista fuera de las tutelas de la Unión Europea, la OTAN y el imperialismo norteamericano, con un pronunciado acento etnicista que no pocas veces coquetea o acepta el discurso xenófobo, racista e islamófobo, tradicionalista; mientras la otra, se trata de una pose posmoderna, un modelo de España imperialista integrada en los poderes imperialistas europeos y norteamericanos, sin aspavientos etnicistas a priori pero sin descartarlos del todo, supuestamente plural pero de una pluralidad que mantiene el status quo y las desigualdades territoriales o la marginación lingüística o cultural de determinados pueblos del Estado español y se nutre del folklorismo y de los estereotipos más rancios, una pluralidad muy del gusto posmoderno en definitiva.
  Cuando definimos al Estado español como imperialista lo hacemos bajo el criterio leninista, es decir, como Estado controlado por los grandes monopolios fruto de la concentración de capitales, con una especial preponderancia del capital financiero - capital que el franquismo se encargó con ahínco en desarrollar-, donde la exportación de capitales cumple un rol fundamental y determinante y que hace que España y sus grandes empresas participen en el reparto capitalista del mundo, por supuesto, no de igual manera que otros Estados imperialistas donde se ha dado una mayor acumulación de capitales y han conseguido un mayor desarrollo tecnológico y una mayor composición orgánica de capital, pero eso, de ninguna manera hace que el Estado español sea actualmente periférico o semi periférico, o ni mucho menos una “nación oprimida”; hacemos esta última aclaración porque estas corrientes suelen confundir a conciencia el rol secundario del imperialismo español con ser un “Estado periférico” o la necesidad de una “lucha de liberación nacional” como correspondería a un país colonial u oprimido.
  El Estado español como Estado imperialista, a pesar de su atraso capitalista, se va gestando a principios del siglo XX, con la pérdida definitiva de las colonias de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, la intervención cada vez mayor del Estado en los asuntos económicos a favor de las oligarquías y la subordinación y explotación de territorios peninsulares como Andalucía -incorporados por conquista-, destinada a la extracción agraria y de recursos naturales, y con una abundante mano de obra barata lista para ser explotada en los grandes centros industriales españoles; además, los protectorados de Marruecos, el Sahara y el dominio sobre Guinea Ecuatorial fueron fundamentales en la extracción de recursos, especialmente mineros. Pero será en el franquismo, con una oligarquía exultante vencedora de la guerra, concretamente a finales de los 50 y principios de los 60, con el inestimable apoyo y supervisión de los Estados Unidos –de ahí la fidelidad atlantista de importantes sectores oligárquicos españoles- cuando se comenzará una intensa labor de acumulación de capitales que terminará en los 90 del siglo pasado con la “reconquista” de América por parte de las multinacionales españolas. Oriol Malló en una obra fundamental para entender el ascenso a la fase imperialista en España, El cartel español. Historia crítica de la Reconquista de México y América Latina (1898-2008), lo deja bien claro: “Todas las multinacionales españolas presentes en América Latina son, en última instancia, hijas del triunfo de la insurrección fascista en España de 1936. El BBVA, el Banco de Santander, Abengoa, Iberdrola o Unión Fenosa comparten este elemento fundacional. El ciudadano medio apenas imagina que la mayoría de consorcios que dominan la economía española surgen del triunfo franquista en la guerra civil“.
  Pero el capitalismo en su fase imperialista hoy no es exactamente el mismo que presentó Lenin a principios del siglo XX, elementos como los nuevos procesos de internacionalización del capital, las cadenas globales de valor, la división internacional del trabajo operada tanto después de la Segunda Guerra Mundial, como después de la implosión de la URSS y de las democracias populares europeas, la aparición de una economía capitalista digital (plataformas, redes sociales, etc.), etc., han venido a complejizar que no a sustituir la fase imperialista del capitalismo, en todo caso, realzando sus rasgos más destructivos, es decir, su tendencia cada vez más parasitaria y extractiva, y como no, el recurso a la violencia y a la guerra. En este sentido, podemos decir que el Estado español está situado en lugares de privilegio dentro de las cadenas globales de valor; insistimos para dejarlo ya de una vez bien claro, que el Estado español sea un imperialismo de segundo orden, no lo hace estar lejos de beneficiarse del saqueo imperialista.
  Por tanto, toda propuesta que vaya en favor de una mayor “soberanía nacional española” solo puede derivar en un reforzamiento de España como Estado imperialista. Salir de la OTAN pero para reforzar una mayor beligerancia militar española fuera de los esquemas de los Estados Unidos, salir de la UE para proyectar un panhispanismo o un paniberismo donde la oligarquía imperialista española subordine a las de Portugal y a las del resto de Latinoamérica para colocarse mejor en el reparto y el saqueo imperialista de los pueblos y los trabajadores, no tiene cabida desde ningún punto de vista progresista y ni mucho menos marxista. Igualmente, hablar de hermandad entre los pueblos hispánicos o de cultura común, no solo es el envoltorio para ese proyecto imperialista, sino que es la mentira necesaria con la que se pretende subordinar y negar lenguas y culturas peninsulares y del continente americano en favor del español de Castilla y del nacional catolicismo, correspondiendo por otro lado, a como se ha formado España como Estado como proyecto excluyente, en primer lugar contra al Andalus, es decir, contra musulmanes y judíos andalusíes. Lo mismo cabe decir de América, más allá de leyendas negras o rosas, la conquista y colonización de lo que hoy conocemos como Latinoamérica responde a concepciones modernas de colonización y a la creación de sociedades coloniales, con todo lo que eso implica económica, social o culturalmente.
  Salir de la OTAN y de la UE, cuestiones a las que ha renunciada la izquierda parlamentaria española, son fundamentales, básicas, si se quieren construir pueblos libres y soberanos en la perspectiva socialista, pero no para reforzar “nuestro imperialismo” e imaginar delirios como una “OTAN hispana” en la que España pueda sustituir a los Estados Unidos o una arquitectura parecida la UE, en donde, siguiendo la misma lógica España sustituya a Alemania.
  En estas corrientes la nostalgia cumple un papel fundamental que pretende ser inspirador y movilizador, ya sea apelando al viejo imperio español o incluso al franquismo. Santiago Armesilla, quizá el referente principal de estas corrientes, ha apelado a la nostalgia franquista, destacando la “economía nacionalizada” y el “socialismo” de Franco. Esto no es casual, la nostalgia no ya hacia un régimen fascista, sino hacia un régimen que fue el que permitió la acumulación de capital que facilitó el ascenso español a la consideración imperialista, a costa de la super explotación de una clase obrera maniatada, sin los derechos más mínimos reconocidos y atemorizada por todas las atrocidades de la guerra y la posguerra, debería de darnos la medida de la verdadera pretensión de esta izquierda nacionalista española. Nostalgia hacia un régimen que en el caso de Andalucía contribuyó al saqueo de nuestro principal recurso: la gente trabajadora, carne de cañón y mano de obra barata y hambreada, dispuesta a lo que sea por salir de la miseria. Si la Andalucía actual nació de un hecho colonial, durante el franquismo Andalucía fue más colonia que nunca.
  Por último, desde un punto de vista marxista, debemos esforzarnos por aclarar categorías desde nuestra visión del mundo, sin asumir acríticamente la visión burguesa, así pues conceptos como el de Estado o geopolítica no pueden contemplarse bajo presuntas ópticas neutrales, porque así son supuestamente como se nos presentan. Desde perspectivas de izquierda como la trotskista o la anarquista, se suele despreciar la geopolítica al punto en determinados casos de desentenderse de los problemas geopolíticos o, peor aún, asumir posiciones que terminan siendo funcionales para el imperialismo norteamericano y sus aliados, como hemos visto en los casos de la antigua Yugoslavia, Libia, Siria o Nicaragua, o en la actualidad con el conflicto en Ucrania entre la OTAN y Rusia. Las corrientes nacionalistas de izquierda españolas asumen la visión burguesa de la geopolítica rechazando la dialéctica con las contradicciones socioeconómicas, con la lucha de clases y de liberación nacional. Por el contrario desde el marxismo debemos esforzarnos por tener una visión lo más global y totalizadora posible, integrando la geopolítica y los problemas concretos en la lucha de clases, analizando cada circunstancia, discerniendo lo concreto y lo que hace particular una situación o momento determinado de lo general y de las dinámicas globales.
  Para quienes nos organizamos y luchamos por la liberación nacional de Andalucía y el socialismo, debemos tener presente que para hacer frente a la nueva ola nacionalista española que pretende acudir al victimismo y a la nostalgia del pasado “en el que fuimos grandes” –ellos, no nosotros-, debemos tener muy claro qué intereses de clase están en juego, desenmascarando discursos de legitimación del status quo que pretende ser rompedores y novedosos. Desde un punto de vista político, la izquierda soberanista andaluza consecuente y combativa que hace del marxismo una guía para la acción posee un poderoso arma: nuestra propia situación como país oprimido, dependiente y periférico, nuestro ser colonial desarrollado históricamente; llama poderosamente la atención como estas corrientes están tan preocupadas por la “unidad nacional” de España y no pretendan corregir la existencia de un país periférico y oprimido dentro de “su nación”; que el flamante líder del Frente Obrero, Roberto Vaquero, supuestamente marxista-leninista, prefiera comentar lo “woke” que es la serie de Disney+ “She Hulk” o capítulos de la serie “The Boys” en Prime antes que analizar el hecho material terrible de que 24 de los 30 municipios más pobres del Estado español sean andaluces, debería de dejar claras las pretensiones reales y materiales de estas corrientes.

Antonio Torres.